La
Revolución Francesa 1789 fue el punto de inflexión que marco la diferencia entre el
Antiguo Régimen y la Edad Moderna. Con
ella llegaría la caída de monarquías, el
debate sobre la ciudadanía, la “Declaración de Derechos del Hombre y el
Ciudadano” y resumiéndolo de una manera muy sencilla establecieron muchos de los
principios básicos de muestra sociedad actual. Sin embargo este camino, para
conseguir ciertos derecho, no fue igual para todos los grupos sociales, la
burguesía lo tuvo más fácil que la mano de obra no cualificada o que las
mujeres para obtenerlos. Hoy aprovecharé este medio para contaros de una forma
muy fácil de comprender como fue este periodo convulso de la historia para las mujeres.
Las
mujeres eran consideradas inferiores a los hombres y esto lo justificaban con
argumentos de tipo corporales, educativos, morales e intelectuales. Se tenía la idea de que la razón natural
podía llevar por si sola al hombre a la perfección del conocimiento y a la sabiduría, sin embargo las mujeres eran carentes de razón innata, lo cual
era base de los derechos naturales del hombre. A
los hombres se les relacionaba con conceptos como razón, masculinidad, verdad e
intelecto. Mientras que a las mujeres se las vinculaba a las ideas de emoción,
femineidad, error y sensualidad.
En
el siglo XVIII coexistían dos modelos de diferencias entre el cuerpo femenino y
masculino. Uno de ellos se basaba en las ideas del filósofo griego Galeno y consideraba
a las mujeres como hombres imperfectos que carecían de su fuerza física. Según
este modelo las similitudes entre el cuerpo de hombres y mujeres se extendía
incluso a sus aparatos reproductivos “todas
las partes que los hombres tienen, las tienen las mujeres también…la diferencia
entre ellos reside de una cosa… que en las mujeres las partes se
encuentran dentro del cuerpo, mientras
que en los hombres están en el exterior” Galeno. A lo largo de los siglos
XVII y XVIII un nuevo modelo de
diferencias de género entró en juego. Los textos médicos empezaron a incluir el esqueleto femenino junto al masculino,
recalcaban su pelvis más ancha, hombros más estrechos, cabeza más pequeña, y se
introdujeron términos como “vagina” y “vulva” para nombrar al sistema
reproductivo femenino. Los textos científicos buscaban demostrar el alcance de
estas diferencias en cada uno de los aspectos del cuerpo humano, incluyendo los
emocionales, el pelo o las uñas.
La
educación de hombres y mujeres también debía de ser diferente para cada uno de
los sexos. Así en el “Émile” de Rousseau (como ya hablé en mi entrada sobre el género) se establecen alguna de esas diferencia educativas. La educación de Émile
(ejemplo de la masculinidad, modelo del hombre perfecto) tenía gran importancia el desarrollo de la razón y era diferente a
la de Sophie (modelo de mujer). A Émile debía estimulársele el desarrollo de la
razón y del juicio de un niño varón para que aprendiera a afrontar el
infortunio, a explorar el mundo natural, a desarrollar la fuerza física y el
control, a ejercer su propio juicio e independencia y a vivir de acuerdo a sus
propios valores y creencias. Mientras que la educación de Shopie debía de
enseñarla a dominar su propio juicio y a seguir los dictados del mundo que la rodea,
debía de aprender que la modestia era la cualidad más importante que una mujer
podía poseer. Según Rousseau las mujeres carecían de todo sentido ético y, por
lo tanto, no podían guiarse por su
propia razón, sino por la opinión pública y los dictados de los hombres.
Ya
he dicho que durante el siglo XVIII coexistieron dos modelos de diferencias
entre el cuerpo femenino y el masculino, aunque predominaba el modelo moderno
de las diferencias de género, que sin embargo implicaba una serie de argumentos
sobre la importancia del núcleo familiar y del hogar, y sobre la necesidad de
diferenciar las actividades masculinas de las femeninas y asignarlas distintas
posiciones sociales. En el “Émile” de
Rousseau se consideraba que Sophie debía de ser educada para sus futuras
funciones de madre y esposa. Las mujeres tenían que ser confinadas en el hogar
porque era lo natural y lo que incitaba a la moralidad y el orden público. En
ciertos países las mujeres estaban plenamente subordinadas a su esposo. En el
caso de Reino Unido, la entidad de la mujer quedaba suspendida durante el
matrimonio, e incluso se incorporaba y consolidaba a la de su esposo.
La
capacidad intelectual y la capacidad de explorar y debatir ideas científicas y
sociales eran exclusivas de los hombres, al igual que la actividad política que
estaba vinculada con el sentido de al energía típicamente varonil. El pensamiento racional y la ciencia eran
actividades masculinas y los relatos y la poesía eran en esencia femeninas. A las mujeres no se les permitía la
participación en salones, esto tenía un fundamento moral a parte de
intelectual.
Las
mujeres no eran consideradas ciudadanos, lo mismo que los niños por lo tanto no
eran poseedoras de derechos y al carecer de ellos, no podían formar parte de la
vida política. Cada sexo estaba llamado
al tipo de ocupación que les era propia. La función de las mujeres era preparar
las mentes y los corazones de los hijos para la virtud pública. La moralidad, la
naturaleza y el destino de la Republica dependía de la obligación de las mujeres de quedarse
en casa. Dejando explícita la idea de que los ciudadanos eran hombres y como
tal tenían derecho a emprender sus negocios y actividades políticas seguros, al
saber que sus hogares y familiares estaban siendo cuidados por sus esposas.
Las
ideas de Kant, Rousseau, Sir William Blackstone eran contrarias a otorgar
derechos a las mujeres. Tanto es así que las ideas de Rousseau influyeron en la
“Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789 que era en
apariencia un documento inclusivo, sin embargo estaba imbuido de una muy
particular idea del significado del término “hombre”.
Sin
embargo el Marques de Condorcet, filósofo y aristócrata liberal aducía que los
derechos del hombre “derivan simplemente
del hecho de que son seres sensitivos, capaces de adquirir ideas morales y de
razonar sobre esas ideas. Las mujeres al tener estas mismas cualidades, deben
necesariamente poseer derechos iguales”. Mari Wollstonecraft también
defendía los derechos de las mujeres, ya que defendía que ambos, hombres y
mujeres, eran criaturas racionales. El reconocimiento de la mujer como ser
racional, suponía volver a considerar la conducta y las cualidades morales de
las mujeres, fijadas sobre el convencionalismo de un solo modelo de virtud
humana, el mismo para hombres y mujeres.
Desde
1790 hasta 1793 se introdujeron ciertos legislativos con relación a la vida
familiar, que beneficiaron a la mujer, la introducción del matrimonio civil y
del divorcio les proporcionaron mayores derechos dentro del matrimonio y para
ponerle fin. Así se permitía el divorcio y limitaba el control paterno. Esta
legislación permaneció en vigor hasta principios del siglo XIX, cuando el nuevo
Código Civil introducido por Napoleón en 1804 erradicó los beneficios legales
de las mujeres.
El
Código napoleónico restableció y reforzó el poder patriarcal dentro de la
familia. Estableció una estructura del matrimonio similar a la del “ancien
régime” de consentimiento paterno para el matrimonio. Las mujeres menores de 21
años y los hombres menores de 25 no podían casarse legalmente sin el
consentimiento paterno, y si entre el padre y la madre no había acuerdo, era
la opinión del padre la que se tomaba en cuenta. El control paterno aumentó de
duración, la mayoría de edad se establece en 30 años, todo menor de esa edad
estaba bajo al autoridad del padre. Bajo el Código napoleónico el padre podía
encarcelar al hijo si le desobedecía. El Código restablecía la autoridad de los
maridos sobre las mujeres, estas fueron declaradas incompetentes, no aptas para
ejercer de testigo, incapaces de demandar ante un tribunal salvo con el
consentimiento de su marido o padre. Se requería que el marido estuviera
presente en el nacimiento de sus hijos y los declaraba como suyos para que fueran
considerados legítimos. A los maridos se les dio potestad total para tomar
decisiones sobre la vida familiar, control total sobre la familia y sobre el
salario de su esposa. El adulterio era un delito diferente para hombres y
mujeres: una esposa podría ser acusada de adulterio por la simple sospecha de
cualquier forma de conducta sexual ilícita y en el caso del esposo, solo si
llevaba a su amante al hogar.
El
resultado de la Revolución Francesa fue
que las mujeres quedaran totalmente subordinadas a sus maridos.
Consideradas principalmente creadoras del hogar, para dedicarse a trabajos
remuneradas necesitaban el permiso de sus marido. Trajo poco derechos, a parte
fueron poco duraderos ya que con la creación del Código Civil de Napoleón, las
mujeres perdieron los pocos derechos que les habían otorgado. Si bien la
Revolución Francesa cambió la forma de entender la sociedad. Hubo un gran
cambio social y surgieron nuevos términos, se acuña el concepto de ciudadanía,
que expresa una idea de titularidad de derechos inalienables y también de
igualdad frente a los poderes públicos. Fue una nueva manera de entender los
derechos de las personas y si en un principio a las mujeres las dejaron
relegadas a un segundo plano, poco a poco se va logrando la igualdad entre los
diferentes sexos. Si bien desde entonces ha habido un gran cambio , existe un largo
camino que todavía queda por recorrer.
La
Revolución Francesa creó las bases de una nueva sociedad, daba la opción a los
ciudadanos de formar parte de la actividad
política y social de la época, las mujeres quedaron excluidas de los derechos políticos. Con ella se abolió el feudalismo, los nobles, el
clero, las provincias, ciudades, pueblos y compañías perdieron sus privilegios
y se implantó un nuevo modelo.
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