Atiende Mari, que susto la noche del viernes. Noa, mi
perra, se puso a sangrar del culete, pero no del ano propiamente dicho, sino de
uno de los “cachetes perrunos”. Y después de la semanita que ha llevado el
susto que nos dio fue doble.
Había empezado la semana coja, resulta que un tendón
de su pata trasera derecha se le sale del canal de la rotula (bueno puede que
no me explique muy bien, no soy veterinario, pero por lo menos la idea ya la
tenéis) así que el martes tocó visita al veterinario y el miércoles revisión
para ver si seguía coja. Y cuando nadie se esperaba que ninguna tragedia
perruna más ocurriese por lo menos hasta dentro de un año, va el viernes y se pone
a sangrar del lugar más insospechado. Así que tocó llamar, a eso de casi la media
noche, al veterinario, para que nos diese cita de urgencia, una vez explicada la
jugada, la vete nos dijo que no debíamos preocuparnos, que no era grave y
que podíamos esperar hasta la mañana para llevarla a consulta. ¡Sorpresa! resulta
que la perra tenía una fístula por la infección de una de sus glándulas anales.
¿A qué no sabíais que los perros tienen glándulas anales? Pues ahora ya estáis
informados y los gatos también, para que luego digáis que no os cuento cosas
bonitas, ni prácticas, ni útiles…
Así que a la mañana toco una nueva visita a la
clínica veterinaria, donde le desinfectó la herida y le pusieron un
tratamiento, está vez para prevenir que se le infectase la herida. El
tratamiento parece simple, consiste en darle cada 12 horas unos antibióticos y
curarle la herida con una crema, pero la parte aterradora viene cuando te dicen
que la crema se la tienes que meter dentro de la herida, o sea dentro de ese
agujero nuevo que le ha salido en su culete tan gracioso y canino que él era…
Al final se ha quedado todo en un susto y en una
lucha diaria con la perra para que se tome las pastillas (ya no vale eso de
engañarla metiendo la medicina dentro de un trozo de queso, que sí, el queso se
lo come pero la pastilla la deja en el suelo), así que toca pelear 2 veces al
día con una perra que a penas pesa 4 kilos, pero que saca la fuerza de un
luchador de sumo con tal de no tomarse la dichosa pastilla.
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