martes, 22 de diciembre de 2009

Dándole gracias a Dios por nuestra Noa de cada día.

Suena ridículo dedicarle una entrada a una perra, pero Noa no es una perra normal. Noa es mi perra y eso ya le otorga un status superior al resto de perros del universo (con todos mis respetos a todos los perros)

Noa no es que sea la perra más obediente del mundo, ni la mejor enseñada (pese al esfuerzo que pusimos, nos quedamos en el intento de conseguir que Noa fuese una perra refinada y educada)

Noa es un pinscher miniatura con complejo de Doberman (la pobre no es consciente de que pesa a penas 4 kilos), se enfrenta a todos los perros grandes creando en ellos cierto desconcierto y en su dueña (entiéndase en una servidora) una vergüenza que va creciendo en la misma proporción que los ladridos de Noa aumentan en decibelios.

Noa fue un regalo de mi madre, que me hizo para quitarme la pena que arrastraba desde que un “niñato con coche nuevo” mató a mi anterior perra. Llegó a casa el 6 de julio de 2007, con apenas 2 meses y meada hasta las orejas, me miró con sus dos ojazos abiertos como platos y supe desde ese momento que me había robado el corazón (es posible que la gente no se lo crea, pero Noa sabe poner ojitos... así como el gato de Shrek) al principio no quería comer nada más que yogures y no le gusta ir de paseo.

Noa es uno de esos ser vivos que te dan energía. Cuando estoy triste Noa me anima, si estoy enferma Noa se viene a mi cama a hacerme compañía y siempre me hace sentir más feliz con sus juegos y cariños. Por un poquito que le das tú ella te devuelve lo mismo elevado a la décima potencia. No sabe muchos trucos, tampoco le hace falta, lo último que ha aprendido a hacer es a levantar la oreja derecha. Es traviesa, desobediente y consentida pero sin embargo hay una palabra que la define mejor que todo eso, Noa es AMOR incondicional.




Os podéis poner en contacto conmigo, insultarme o lo que queráis en: Mi Twitter

No hay comentarios:

Publicar un comentario