jueves, 19 de julio de 2012

Cambio sociocultural en la Europa de los siglos XVII-XVIII desde la perspectiva femenina


La Revolución Francesa 1789 fue el punto de inflexión que marco la diferencia entre el Antiguo Régimen  y la Edad Moderna.  Con ella llegaría la caída de monarquías,  el debate sobre la ciudadanía, la “Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano” y resumiéndolo de una manera muy sencilla establecieron muchos de los principios básicos de muestra sociedad actual. Sin embargo este camino, para conseguir ciertos derecho, no fue igual para todos los grupos sociales, la burguesía lo tuvo más fácil que la mano de obra no cualificada o que las mujeres para obtenerlos. Hoy aprovecharé este medio para contaros de una forma muy fácil de comprender como fue este periodo convulso de la historia para las mujeres.

Las mujeres eran consideradas inferiores a los hombres y esto lo justificaban con argumentos de tipo corporales, educativos, morales e intelectuales.  Se tenía la idea de que la razón natural podía llevar por si sola al hombre a la perfección del conocimiento y a la sabiduría, sin embargo las mujeres eran carentes de razón innata, lo cual era base de los derechos naturales del hombre. A los hombres se les relacionaba con conceptos como razón, masculinidad, verdad e intelecto. Mientras que a las mujeres se las vinculaba a las ideas de emoción, femineidad, error y sensualidad.

En el siglo XVIII coexistían dos modelos de diferencias entre el cuerpo femenino y masculino. Uno de ellos se basaba en las ideas del filósofo griego Galeno y consideraba a las mujeres como hombres imperfectos que carecían de su fuerza física. Según este modelo las similitudes entre el cuerpo de hombres y mujeres se extendía incluso a sus aparatos reproductivos “todas las partes que los hombres tienen, las tienen las mujeres también…la diferencia entre ellos reside de una cosa… que en las mujeres las partes se encuentran  dentro del cuerpo, mientras que en los hombres están en el exterior” Galeno. A lo largo de los siglos XVII y XVIII un nuevo modelo  de diferencias de género entró en juego. Los textos médicos empezaron  a incluir  el esqueleto femenino junto al masculino, recalcaban su pelvis más ancha, hombros más estrechos, cabeza más pequeña, y se introdujeron términos como “vagina” y “vulva” para nombrar al sistema reproductivo femenino. Los textos científicos buscaban demostrar el alcance de estas diferencias en cada uno de los aspectos del cuerpo humano, incluyendo los emocionales, el pelo o las uñas.

La educación de hombres y mujeres también debía de ser diferente para cada uno de los sexos. Así en el “Émile” de Rousseau (como ya hablé en mi entrada sobre el género) se establecen alguna de esas diferencia educativas. La educación de Émile (ejemplo de la masculinidad, modelo del hombre perfecto) tenía gran importancia  el desarrollo de la razón y era diferente a la de Sophie (modelo de mujer). A Émile debía estimulársele el desarrollo de la razón y del juicio de un niño varón para que aprendiera a afrontar el infortunio, a explorar el mundo natural, a desarrollar la fuerza física y el control, a ejercer su propio juicio e independencia y a vivir de acuerdo a sus propios valores y creencias. Mientras que la educación de Shopie debía de enseñarla a dominar su propio juicio y a seguir los dictados del mundo que la rodea, debía de aprender que la modestia era la cualidad más importante que una mujer podía poseer. Según Rousseau las mujeres carecían de todo sentido ético y, por lo tanto, no podían guiarse por su  propia razón, sino por la opinión pública y los dictados de los hombres.

Ya he dicho que durante el siglo XVIII coexistieron dos modelos de diferencias entre el cuerpo femenino y el masculino, aunque predominaba el modelo moderno de las diferencias de género, que sin embargo implicaba una serie de argumentos sobre la importancia del núcleo familiar y del hogar, y sobre la necesidad de diferenciar las actividades masculinas de las femeninas y asignarlas distintas posiciones sociales.  En el “Émile” de Rousseau se consideraba que Sophie debía de ser educada para sus futuras funciones de madre y esposa. Las mujeres tenían que ser confinadas en el hogar porque era lo natural y lo que incitaba a la moralidad y el orden público. En ciertos países las mujeres estaban plenamente subordinadas a su esposo. En el caso de Reino Unido, la entidad de la mujer quedaba suspendida durante el matrimonio, e incluso se incorporaba y consolidaba a la de su esposo.

La capacidad intelectual y la capacidad de explorar y debatir ideas científicas y sociales eran exclusivas de los hombres, al igual que la actividad política que estaba vinculada con el sentido de al energía típicamente varonil.  El pensamiento racional y la ciencia eran actividades masculinas y los relatos y la poesía eran en esencia femeninas.  A las mujeres no se les permitía la participación en salones, esto tenía un fundamento moral a parte de intelectual.

Las mujeres no eran consideradas ciudadanos, lo mismo que los niños por lo tanto no eran poseedoras de derechos y al carecer de ellos, no podían formar parte de la vida política.  Cada sexo estaba llamado al tipo de ocupación que les era propia. La función de las mujeres era preparar las mentes y los corazones de los hijos para la virtud pública. La moralidad, la naturaleza y el destino de la Republica dependía  de la obligación de las mujeres de quedarse en casa. Dejando explícita la idea de que los ciudadanos eran hombres y como tal tenían derecho a emprender sus negocios y actividades políticas seguros, al saber que sus hogares y familiares estaban siendo cuidados por sus esposas.

Las ideas de Kant, Rousseau, Sir William Blackstone eran contrarias a otorgar derechos a las mujeres. Tanto es así que las ideas de Rousseau influyeron en la “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789 que era en apariencia un documento inclusivo, sin embargo estaba imbuido de una muy particular idea del significado del término “hombre”.

Sin embargo el Marques de Condorcet, filósofo y aristócrata liberal aducía que los derechos del hombre “derivan simplemente del hecho de que son seres sensitivos, capaces de adquirir ideas morales y de razonar sobre esas ideas. Las mujeres al tener estas mismas cualidades, deben necesariamente poseer derechos iguales”. Mari Wollstonecraft también defendía los derechos de las mujeres, ya que defendía que ambos, hombres y mujeres, eran criaturas racionales. El reconocimiento de la mujer como ser racional, suponía volver a considerar la conducta y las cualidades morales de las mujeres, fijadas sobre el convencionalismo de un solo modelo de virtud humana, el mismo para hombres y mujeres.

Desde 1790 hasta 1793 se introdujeron ciertos legislativos con relación a la vida familiar, que beneficiaron a la mujer, la introducción del matrimonio civil y del divorcio les proporcionaron mayores derechos dentro del matrimonio y para ponerle fin. Así se permitía el divorcio y limitaba el control paterno. Esta legislación permaneció en vigor hasta principios del siglo XIX, cuando el nuevo Código Civil introducido por Napoleón en 1804 erradicó los beneficios legales de las mujeres.

El Código napoleónico restableció y reforzó el poder patriarcal dentro de la familia. Estableció una estructura del matrimonio similar a la del “ancien régime” de consentimiento paterno para el matrimonio. Las mujeres menores de 21 años y los hombres menores de 25 no podían casarse legalmente sin el consentimiento paterno, y si entre el padre y la madre no había acuerdo, era la opinión del padre la que se tomaba en cuenta. El control paterno aumentó de duración, la mayoría de edad se establece en 30 años, todo menor de esa edad estaba bajo al autoridad del padre. Bajo el Código napoleónico el padre podía encarcelar al hijo si le desobedecía. El Código restablecía la autoridad de los maridos sobre las mujeres, estas fueron declaradas incompetentes, no aptas para ejercer de testigo, incapaces de demandar ante un tribunal salvo con el consentimiento de su marido o padre. Se requería que el marido estuviera presente en el nacimiento de sus hijos y los declaraba como suyos para que fueran considerados legítimos. A los maridos se les dio potestad total para tomar decisiones sobre la vida familiar, control total sobre la familia y sobre el salario de su esposa. El adulterio era un delito diferente para hombres y mujeres: una esposa podría ser acusada de adulterio por la simple sospecha de cualquier forma de conducta sexual ilícita y en el caso del esposo, solo si llevaba a su amante al hogar.

El resultado de la Revolución Francesa fue  que las mujeres quedaran totalmente subordinadas a sus maridos. Consideradas principalmente creadoras del hogar, para dedicarse a trabajos remuneradas necesitaban el permiso de sus marido. Trajo poco derechos, a parte fueron poco duraderos ya que con la creación del Código Civil de Napoleón, las mujeres perdieron los pocos derechos que les habían otorgado. Si bien la Revolución Francesa cambió la forma de entender la sociedad. Hubo un gran cambio social y surgieron nuevos términos, se acuña el concepto de ciudadanía, que expresa una idea de titularidad de derechos inalienables y también de igualdad frente a los poderes públicos. Fue una nueva manera de entender los derechos de las personas y si en un principio a las mujeres las dejaron relegadas a un segundo plano, poco a poco se va logrando la igualdad entre los diferentes sexos. Si bien desde entonces ha habido un gran cambio , existe un largo camino que todavía queda por recorrer. 

La Revolución Francesa creó las bases de una nueva sociedad, daba la opción a los ciudadanos de  formar parte de la actividad política y social de la época, las mujeres quedaron excluidas de los derechos políticos. Con ella se abolió el feudalismo, los nobles, el clero, las provincias, ciudades, pueblos y compañías perdieron sus privilegios y se implantó un nuevo modelo. 

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