sábado, 7 de julio de 2012

París y sus fantasmas bien valen una misa



Ahí tengo mi libro de Mijaíl Shólojov sobre la mesita del salón, de mientras en vez de estar haciendo yo algo constructivo o al menos leer un par de páginas me pongo aquí a contaros una historias de fantasmas y no es que “American Horror Story” se me haya subido a la cabeza, ni nada por el estilo el problema es que una noche en París, un fantasma llamó a la puerta de mi habitación. Y ¿por qué sé yo qué era un fantasma? Pues la verdad es que no lo sé, pero estoy convencida de que un fantasma llamó a mi puerta.


Podéis llamarme loca, probablemente lo esté, pero amigos, aquel fantasma me lo llevé a la residencia y me subió a visitar a media noche. Madrugada del sábado 1  al 2 de agosto de 2009 (me acuerdo  porque todavía Amaia no estaba entre nosotros, apareció con su ordenador con escudo de la Real Sociedad incluido el día siguiente).

Bien pues la historia es simple, el sábado por la mañana nos inventamos una excursión por los canales de París, primero llegamos al “Parc de la Villete” y terminamos montados en un barco que cuesta un euro que te lleva desde el Canal del Ourcq, hasta el “Bassin de la Villette” y de allí ya puedes tirar a andar metros y metros a lo largo del Canal de St. Martin cual la mismísima Amélie. En medio de la Villette, empezamos a andar sin tener ninguna dirección en mente y el destino nos llevó a este barquito (que pese a lo que podáis imaginar no es para nada una atracción turística y que es utilizado por los parisinos, más que por los guiris ya que para los turistas en el mismo canal existen barcos que hacen el mismo recorrido por el módico precio de 12 euros), pero nosotros 5 o sea Sergio, Conchi (a.k.a soy incapaz de salir en una foto mirando al objetivo de la cámara o NO SIN MI MALETA), Sara, Ana y yo terminamos en el barco donde los franceses no te estafan haciendo un viaje de lo más entretenido. Compramos algo de comida en un súper y un par de cocas en un McDo (que allí al McDonald’s, le llaman así, que para algo son parisinos y chics) y comimos a la orilla del Canal St. Martin. La gente nos fue abandonando, así que Sara, Sergi y una menda terminamos andando sin rumbo por calles y callejuelas de París hasta encontramos frente al muro del cementerio Père-Lachaise. Y ¿Quién puede resistirse a una “celebrity” de primera categoría? Nosotros no, sin el cuaderno de autógrafos, pero con la cámara de fotos y un par de mapas del cementerio que encontramos tirados por el suelo, nos decidimos a buscar tumba por tumba la de cualquier famoso que despertase en nosotros el menor signo de curiosidad, la Callas, Delacroix, Comte, Edith Piaf, Balzac, Oscar Wilde, la de Allan Kardec (fundador del Espiritismo, tumba misteriosamente bien conservada, llena de flores multicolores frescas, sé ve que sus seguidores no le olvidan) y algo similar pasa en la tumba de Jim Morrison (sólo que sus seguidores en vez de flores le llevan birras y cigarrillos) y bueno también descubrimos alguna que otra tumba curiosa como el de una princesa rusa en el exilio o algo similar y el memorial a los republicanos españoles que murieron en la II Guerra Mundial. Y allí nos pasamos una tarde entretenida, sí en un cementerio, que me lo llegan a decir a mí y no me lo creo. Aquello es como la Disneylandia de los muertos, no sabes en que atracción montar primero y es que se te va el día. Como ya bien claro dijo mi compañera ucraniana de clase “lo mejor de París son sus cementerios”… (sospechábamos que la chica era rarita, con la frase lo confirmó). El asunto es que salimos del cementerio al de 2 ó 3 horas de visita y me quedé yo sola dando vueltas por París, arrastrando toda la mierda de las calles parísinas con mis pantalones thailandeses (trendy –casual total) y con los pies negros, aproveché una fuente para adecentar mi imagen (con esto quiero decir LIMPIAR MIS PIES) y me busque la vida para cenar algo, lo curioso de esa noche es que no recuerdo que cené.

Dando vueltas uno sólo por París disfruta más de sus fachadas y de su encanto. Además era un  sábado caluroso y tranquilo así que recuerdo que la ciudad me enamoró más que nunca. Me fijé en la cara de cada persona con la que me cruzaba, lo multiétnico de esa ciudad es algo que me fascina. Puede que ahora os hayáis dado cuenta que mis dos compañeros de viaje al cementerio han desaparecido del relato, pero ellos se marcharon a Versalles a ver un espectáculo de luz y de color… así que antes de que se largaran le pedí a Sergio “Cuando vuelvas, dame un toque al teléfono, STP” cosa que jamás sucedió.

Me he ido por las ramas, después de cenar, lo que quiera que cenase me conecté un rato a internet y me metí a la cama a eso de la media noche. Las noches en París en verano, pueden ser muy agobiantes y esta era una de esas noches, así que me metí a la cama sólo con la ropa interior y al poco de pasar la media noche llamaron 3 veces a mi puerta en intervalos de 5 minutos… la primera vez que llamaron pensé “recepción no puede ser, no estoy haciendo ruido, será algún pesado de alguna habitación cercana”, la segunda llamada me empezó a mosquear, la tercera a inquietar, pero la cuestión es que dejaron de llamar a mi puerta, hasta poco más de la 01.30 que volvieron a golpear a mi puerta esta vez con más intensidad que antes. Y ¿qué hice? Ese ridículo gesto que hacemos todos los humanos cuando estamos en la cama y algo nos asusta “con algo me refiero a un posible asesino en serie” taparme hasta la cabeza con la sábana (gesto inteligente y útil donde los haya en caso de que el asesino en serie de una patada a tu puerta y la tire abajo porque las sábanas tienen un misterioso poder anticuchillos como todo el mundo sabe)  y mandarle un sms a Sergio que nunca tendré la certeza de si le llegó o no “Sergio ¿has vuelto ya de Versalles? Cuando lo hagas dame un toque al teléfono” como ya habréis deducido Sergio NUNCA hizo esa llamada perdida y al final el fantasma al otro lado de la puerta me dejo dormir. Que ahora que lo pienso perfectamente podía ser un fantasma o el chico oriental que siempre  tenía preparada mi llave de la habitación cuando llegábamos y que sabía donde dormía, era majete el muchacho.

Pero me quiero quedar con la versión del fantasma, aun me pregunto que fantasma me acompañó por todo París aquel día, espero que fuera Jim Morrison. Siempre he pensado que París es la ciudad con más fantasmas de todas las que he visitado, se siente la presencia de toda la historia de esa ciudad y en ello radica su encanto. Luego investigué un poco y descubrí que las famosas catacumbas de París abarcan gran parte de  la ciudad y que en el distrito donde yo vivía no se escapa. Así que me creáis o no, en París me visitó un fantasma y fue tan amable que llamó a mi puerta 4 veces.

De las catacumbas de París, en donde nos encontramos con el biznieto de Hitler os hablaré otro día.

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